Ross Poldark by Winston Graham

Ross Poldark by Winston Graham

autor:Winston Graham [Graham, Winston]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1944-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo 17

En el desarrollo de la inteligencia de Demelza, una habitación de Nampara representó un papel particular. Esa habitación era la biblioteca.

Demelza necesitó mucho tiempo para dominar su desconfianza frente a la escuálida y polvorienta habitación llena de trastos; era una desconfianza que provenía de la noche que había pasado en la gran cama encajonada, o mejor dicho, al lado de la misma. Después, había descubierto que la segunda puerta de ese dormitorio llevaba a la biblioteca; y parte del miedo de ese primer momento se vinculó con la habitación contigua.

Pero el miedo y la fascinación caminan tomados de la mano, como bueyes de paso desacorde pero que tiran en la misma dirección; y una vez que entró en ese cuarto, nunca se cansó de volver. Después de su regreso, Ross había evitado ese lugar, porque todo lo que allí había evocaba recuerdos de la niñez, de la madre y el padre, de sus voces y sus pensamientos, y sus propias esperanzas olvidadas. Para Demelza no había recuerdos, solo descubrimientos.

Nunca había visto siquiera la mitad de las cosas que ahí estaban. En algunos casos ni su ingenioso cerebro podía discernir la posible aplicación; y como no sabía leer, de nada le servían las pilas de papeles amarillentos y los pequeños signos y rótulos garabateados y adheridos a ciertos objetos.

Estaba el mascarón de proa de la Mary Buckingham, que según le explicó Jud había encallado en la costa en 1760, tres días después del nacimiento de Ross. A Demelza le gustaba seguir con el dedo las líneas de la talla. Estaba el arcón marino grabado de la pequeña goleta que se había partido sobre Punta Damsel, y después había derivado sobre la playa Hendrawna, y que durante varias semanas había oscurecido las arenas y las dunas con polvo de carbón. Había muestras de mineral de estaño, cobre, muchas ya sin rótulos, y de cualquier modo todas inútiles. Había retazos de lienzo para emparchar velas, y cuatro cofres con aplicaciones de hierro, cuyo contenido ella a lo sumo podía conjeturar. Había un gran reloj de pie al que faltaba parte del mecanismo. Demelza dedicó horas a manosear las pesas y las ruedas, tratando de descubrir cómo funcionaba.

Había una armadura de cota de malla, terriblemente oxidada y antigua, dos muñecas de trapo y un caballito con balancín de fabricación casera, seis o siete mosquetes inutilizados, una espineta que otrora había pertenecido a Grace, dos cajas de rapé francesas, y una cajita de música, un rollo de tela de tapiz comida por las polillas que provenía de algún barco, un pico y una pala de minero, una linterna sorda, medio barrilito de pólvora para explosiones, y un mapa colgado de la pared que indicaba la extensión de las galerías de Grambler en 1765.

Los descubrimientos que más la excitaron fueron la espineta y la cajita de música. Cierto día, después de trabajar una hora, logró que la cajita funcionase, y pudo oír dos minués agudos y temblorosos. Excitada y triunfante, bailó sobre una pierna alrededor del instrumento, y Garrick, creyendo que era un juego, también brincó y le mordió la falda.



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